¿Qué hacer cuando se desata una
catástrofe? Esta complicada pregunta se la lleva haciendo la Humanidad desde
tiempos inmemoriales. En la entrada anterior hablábamos del clima y de cómo la
sociedad moderna tuvo que lidiar frente a unos fenómenos frecuentemente
extremos. Efectivamente, la religiosidad popular, recurso más inmediato ante el
peligro o la catástrofe, tuvo un importante papel en el momento: uno de los
primeros recursos era pedir la ayuda divina.
En ocasiones, la catástrofe
meteorológica era seguida de epidemias y plagas. El aumento de las
precipitaciones, seguido de veranos calurosos creaba un ambiente perfecto para
que el mosquito transmisor del paludismo se reprodujera (por tanto, la epidemia
estaba asegurada).
Un buen ejemplo de la religiosidad
popular es el uso de las rogativas en el Levante peninsular. Mediante estas, la
sociedad pedía la intercesión de un santo, trasladando una imagen suya que
consideraban milagrosa. Antes de que las aguas rebasaran el cauce fluvial, en
primer lugar, realizaban ruegos, oraciones y procesiones. Todo esto era llevado
a cabo desde el momento en que veían aproximarse una fuerte tormenta. A no ser
que el tiempo se anticipase, realizaban unos conjuros para intentar parar los
“malos temporales”.
Además de rogativas, conjuros o
exorcismos, tocar las campanas a
tentenublo o toque de nube también podía ser usado para ahuyentar el granizo y
el aparato eléctrico de las tormentas.
Las rogativas eran unas ceremonias religiosas
utilizadas con diversos propósitos:
- Pedir que cese una epidemia de paludismo (llamado en las fuentes de la época “fiebres tercianas”) o una plaga, como las de langosta.
- Pedir que llueva en momentos de intensa sequía (rogativa ad petendam pluviam o pro pluvia).
- Pedir que cese la lluvia (rogativa pro serenitate) en momentos en los que la inundación es prácticamente inminente.
El gasto iba en función de la gravedad
del momento: cuanto peor era el panorama y más desesperada era la situación,
más rogativas realizaban y de mayor complejidad (y gasto). Solía tratarse o
bien de procesiones del santo o santa intercesor/a, donde lo trasladaban y lo
exponían (por ejemplo, en caso de un río próximo a desbordarse, llevarían al
santo a un puente, donde realizarían un ceremonial para pedirle que interceda y
calme las aguas).
Referencias
bibliográficas:
ALBEROLA ROMÁ, A. y BERNABÉ GIL, D.
(1998-99). “Tercianas y calenturas en tierras meridionales valencianas: una
aproximación a la realidad médica y social del siglo XVIII”. Revista de Historia Moderna. Anales de la
Universidad de Alicante, nº 17, pp. 95-112.
GARCÍA TORRES, A. (2013). “En busca del
perdón divino: los mecanismos de la religiosidad popular ante las adversidades
climáticas y naturales en las tierras meridionales valencianas durante el siglo
XVIII”. De la tierra al cielo. Líneas
recientes de investigación en Historia Moderna. I Encuentro de jóvenes
investigadores en Historia Moderna, Institución “Fernando el Católico”
(CSIC), pp. 191-205.
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