viernes, 5 de enero de 2018

La conspiración del pólvora

Una situación de descontento social puede acabar trayendo consigo tremendas consecuencias. En esta entrada hablaremos de un hecho muy concreto que mantuvo en jaque a las fuerzas del orden inglesas: en 1605, una bomba amenazaba con hacer saltar por los aires al Parlamento de Londres. ¿Qué pasó para llegar a tal situación? Para entenderla debemos navegar medio siglo atrás.

Año 1558, la reina de Inglaterra Isabel I llega al trono. Esto supone el triunfo del protestantismo en Inglaterra, lo cual se traducía en persecuciones a los cristianos, discriminación y duros castigos (a pesar de ser buena parte de la población, especialmente de la nobleza). Así vemos que se establece la prohibición del ritual católico en aras de conseguir la uniformidad religiosa.

La llegada al trono de su hijo Jacobo I, en 1603, supuso la continuación de la intolerancia hacia los católicos. Algunos de ellos, como Robert Catesby, pensaban que la situación mejoraría si el trono lo ostentaba un monarca católico. Este noble, carismático y persuasivo, fue el organizador de la conspiración, a pesar de que ahora el más conocido sea Guy Fawkes. Catesby consiguió convencer de que mediante la extrema violencia acabarían las persecuciones contra los católicos, esto se plasmaría volando el Parlamento y al rey Jacobo I.

Guy Fawkes

Alquilando un sótano del palacio de Westminster, almacenaron la pólvora allí, para colocar de manera que cuanto más daño causasen, mejor. Si el plan hubiese triunfado, no solo el palacio, sino que todo en un radio de medio kilómetro hubiese sido dañado y/o destrozado. Pero una carta anónima alertó de lo que iba a suceder, siendo Fawkes arrestado. Este confeso tras ser torturado durante un día.

La reacción del monarca inglés fue extraordinariamente prudente ya que no quería fomentar la tensión con los Estados católicos. Además, el descubrimiento fue tomado como un importante objeto de propaganda: por decisión del Parlamento inglés, desde 1606, todas las parroquias organizarían el día 5 de cada mes un sermón para agradecer a Dios que los salvara del complot católico.

Actualmente, Reino Unido “arde” durante la “Bonfire nigth” cada 5 de noviembre. La tradición de hacer hogueras se ha mantenido en muchos pueblos británicos, como Lewes, Ottery St Mary y Eden Bridge, los tres al sur de Inglaterra, donde están las más populares y pintorescas. Si quieres saber más, aquí puedes ver una reciente noticia.

Lewes Bonfire Night 2007 - Burning Town and Hillside Watchers

Referencias bibliográficas:

Fraser, A. (2005). La Conspiración de la Pólvora. Madrid: Turner. 

La leyenda del gólem de Praga

Diversas leyendas que nacieron hace muchos años, todavía hoy llegan a nuestros días. De hecho, la que vamos a conocer a continuación ha sido llevada incluso al cine. El gólem sigue presente en la conciencia judía como metáfora de la soberbia humana, que pretende hacer aquello que no le está permitido.

En el siglo XVI se creó la leyenda de que un rabino creó un gólem, es decir, un hombre de barro, con el objetivo de salvar a la comunidad judía. Esta leyenda cuenta que tras desaparecer un niño cristiano en la ciudad de Praga, la población acusó a los judíos que vivían allí de secuestrarlo y asesinarlo para usar su sangre un ritual. Esta acusación era muy común ya desde la Edad Media. El emperador del momento, Rodolfo II, condenó al destierro a esta comunidad.

Der Golem

El Rabbí Löw, con la ayuda de otros dos rabinos, creó un ser que la tradición judía llama gólem. Este era muy tosco. En su frente le pintaron “emet” (que significa en hebreo “verdad”). Dice la leyenda que Löw le mandó buscar al niño y que, cuando lo encontró, el pequeño confesó que estaba escondido por orden de su padre, quien quería hacer desaparecer a los judíos. Hasta este punto bien, sin embargo, el gólem creció, se volvió violento, y el rabino tuvo que quitarle la vida que le dio (el devenir de esta historia quizás nos recuerde a otra muy famosa, Frankenstein).

Esta leyenda nos habla de la tradición religiosa judía, inspirándose en el Génesis. Algunos estudiosos especulan sobre la posibilidad de una réplica humana del proceso de creación divina, mediante esa figura de barro. Otros dijeron que simplemente era una metáfora del despertar humano al contactar con Dios.

Las fuentes históricas dicen Rabbí Löw vivió en Praga en la fecha que apareció la leyenda, pero ninguna da fe de que hiciese ningún gólem. Además, la asociación entre el gólem y Praga es del siglo XIX. El relato más completo data de 1909, y es en él donde se habla de la persecución antijudía, una situación imaginaria ya que contradice el régimen de relativa tolerancia que vivían los judíos en Praga durante la época de Rodolfo II.

Referencias bibliográficas:

Bashevis, I. (2001). Gólem, el coloso de barro. Noguer: Singer

Meyrink, G. (2007). El Golem. Madrid: Alianza.

Tras las huellas del Golem. Historias de Praga (en línea) (consulta: 30.12.2017). Disponible en: https://historiasdepraga.wordpress.com/2010/03/11/tras-las-huellas-del-golem/

Cómo fue cambiando la gastronomía

En esta entrada vamos a tratar, fundamentalmente dos aspectos: por un lado, los nuevos alimentos que van introduciéndose en la gastronomía de la época, y, por otro lado, cómo era la base de la dieta de la gran masa de la población, es decir, el pueblo llano.

Las principales costumbres alimentarias en Europa se han ido fijando entre los siglos XV y XIX. Las aportaciones que la cultura árabe realizó en el Mediterráneo provocó uno de los grandes cambios en la gastronomía. A este debemos sumar un segundo, desde fines del siglo XVII y el XVIII: la llegada progresiva de productos americanos y asiáticos.

Entre los siglos XIV y XV, caña de azúcar, arroz, cítricos y algunas hortalizas como las berenjenas gozaron de éxito en el territorio hispánico, destacando el azúcar, que a partir del siglo XVII será indispensable para la gastronomía occidental.

Los principales productos llegados de fuera de Europa que causaron furor son muy conocidos: la patata, el tomate, el maíz, el pimiento, las habichuelas, el té, el café y el chocolate. Estos eran conocidos ya en el siglo XVI pero hasta el XVIII no se popularizaron. Pero, ¿por qué tan tardíamente?

Las crisis alimentarias que la sociedad padeció en el siglo XVIII por la carestía de cereales (la población aumentó y la agricultura tradicional era insuficiente) les hizo buscar nuevos alimentos para sobrevivir. Así fue como la patata o el maíz, que en un primer momento se rechazaron, empezaron a tomarse.

En el caso concreto de la patata, en un primer momento se rechazó para las personas, ya que era lo que daban a los cerdos. Este fue el alimentó que más costó de asimilar en la cocina, sin embargo, hoy es fundamental, y entonces también lo fue ante la hambruna que vivían. Las formas de cocinar la patata era frecuentemente hervida en un puchero, aunque también las preparaban asadas bajo la ceniza.

Entre las clases altas hubo un producto estrella: el chocolate. Lo encontraron los españoles al entrar en contacto con los aztecas (situados por la zona del actual México), quienes lo bebían en sus ceremoniales religiosos. Las formas de tomar lo eran varias: los aztecas lo tomaban amargo (cacao 100%), picante (mezclado con chile) o con hongos alucinógenos. En España, aristocracia y alto clero desayunaban y merendaban chocolate desde mediados del siglo XVII, era un símbolo de estatus social. Sin embargo, la tableta llegó en la segunda mitad del siguiente siglo de la mano de los holandeses.

En cuanto al menú del pueblo llano, el plato que más tomaba era el cocido, es decir, sopa con acompañamiento. Era diferente según la zona y solía componerse de productos del lugar. Solía llevar huesos hervidos, verduras, legumbres, verduras y hortalizas. El pueblo no solía comer mucha carne, y cuando lo hacía era en momento muy determinados como fiestas (solía ser o ave de corral o caza menor, o cerdo). De esta forma, la mayoría de las proteínas que ingerían solía venir de la cerveza, el vino y en algunas regiones la sidra. 

La pintura de la época nos muestra una imagen acercada sobre las costumbres gastronómicas de las personas. He aquí algunos ejemplos:

THE JOY OF EATING BLACK BEANS Louise Moillon - The Fruit and Vegetable Seller


Referencias bibliográficas:

Prats, J. y Rey, C. (2003). Las bases modernas de la alimentación tradicional. Historia de la alimentación rural y tradicional: recetario de Almería, pp. 53-61. Disponible en: http://www.ub.edu/histodidactica/images/documentos/pdf/bases_modernas_alimentacion_tradicional.pdf

Una moda "muy moderna"

Los trajes y vestidos aportan buena cantidad de información sobre la sociedad que los lleva. Durante época moderna, la moda era considerada como un placer que realzaba la vanidad y dividía los estamentos sociales. Como obviamente estaréis pensando, la vestimenta que los adinerados podían permitirse era visiblemente muy diferente a la del pueblo humilde.

El lugar más destacado para la moda desde el siglo XVII fue Francia, icono de tendencia, vanguardia y estilo. Sirve de ejemplo el llamado “traje a la francesa”, compuesto por una chaqueta, una chupa, un calzón, además de accesorios como una peluca, que tuvo una gran extensión en la Europa acomodada del siglo XVIII. Con la llegada de la Revolución Francesa, la moda, fuertemente influida por la ideología política, pasará a ser más sencilla y práctica.

Hablando de pelucas, es posible que muchos tengáis en mente imágenes de gente luciéndolas en esta época. ¿Cuándo aparece esta moda? A finales del siglo XVII, durante el reinado del monarca francés Luis XIV, quien también lucía una. Además, conforme iba pasando el tiempo, las pelucas se iban haciendo más altas y elaboradas.

Louis XIV and His Family, by Nicolas de Largilliere
Luis XIV y su familia

Ya durante la segunda mitad del siglo XVIII, las mujeres comenzaron a utilizarlas. De este modo, las pelucas eran un elemento más de ostentación social. Pero también eran muy vistosas a ojos de los ladrones: había que estar atento porque era muy común su robo.

A continuación, en el vídeo proporcionado, podéis ver cómo era el vestuario de estas personas.


Referencias bibliográficas:

El cabello en el siglo 18. The History of the hair’s World (en línea) (consulta: 30.12.2017). Disponible en: http://thehistoryofthehairsworld.com/el_cabello_en_el_siglo18.html

El vestuario en la Época Moderna. Nuestro Mercado (en línea) (consulta: 30.12.2017). Disponible en: http://www.nuestromercado.com.ar/indumentaria/Raggio/Castro4.htm

Historia y Evolución del Vestido. Creciendo en el cole (en línea) (consulta: 30.12.2017). Disponible en: https://creciendoenelcole.files.wordpress.com/2016/04/vestuario-edad-moderna.pdf

Tras la expulsión de los judíos

La comunidad judía en la península ibérica se vio perseguida e inmersa en una situación de gran tensión debido a sus creencias religiosas. Además, siendo algunos miembros de la élite, como médicos o recaudadores de impuestos, sus vidas sufrieron un importante vuelco a finales del siglo XV.

En marzo de 1492, los Reyes Católicos Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón decretaron la expulsión de los judíos de sus reinos. Doce años antes se había creado el Tribunal de la Santa Inquisición para perseguir a los conversos judaizantes (tras las revueltas populares dadas tiempo atrás, muchos judíos optaron por convertirse, pero seguían practicando su religión a escondidas, cosa que era considerada como herejía).

King Ferdinard of Aragon, Father of Catherine of Aragon Isabelle of Castile, Mother of Catherine of Aragon
Isabel de Castilla y Fernando de Aragón.

La monarquía hispánica tardó más en tomar su decisión que otras como Francia o Inglaterra, quienes lo hicieron entre los siglos XIII y XIV.

El decreto de los Reyes Católicos establecía la expulsión bajo pena de muerte y confiscación de todos sus bienes. Muchos se exiliaron (tenían un plazo de tres meses para hacerlo), se calcula que unos 100.000. Los territorios a los que marcharon estaban muy alejados entre sí: el norte de África (Marruecos por ejemplo), la península itálica, Sicilia, Palestina, la zona de los Balcanes y el norte del continente europeo. A pesar de ello, se mantuvieron unidos gracias a su red comercial basada en la comunidad religiosa y lingüística. Los judíos exiliados, más que integrarse, crearon sus propias aljamas (comunidades de judíos), organizadas como las que tenían en el territorio de la monarquía hispánica.

Sin embargo, ante esta situación, muchos otros judíos, se convirtieron. Por tanto, esto se tradujo en el aumento de los conversos judaizantes. Para combatir a las falsas conversiones estaba la Inquisición, cuyos condenados eran castigados mediante actos multitudinarios, los autos de fe. ¿Esto qué significa? Debemos matizar que los perseguidos por la Inquisición no eran los judíos, sino los judeoconversos para corregir sus errores de fe en los que se habían convertido al cristianismo.

Referencias bibliográficas:

Díaz-Mas, P. (2009). Los sefardíes. Historia, lengua y cultura. Zaragoza: Riopiedras.

La expulsión de los judíos de España (1492). Estudios Historia (en línea) (consulta: 05.01.2018). Disponible en: http://pedrogonzalezbarba.blogspot.com.es/2012/09/la-expulsion-de-los-judios-de-espana.html

Quiénes son los sefardíes. CSIC (en línea) (consulta: 05.01.2018). Disponible en: http://www.proyectos.cchs.csic.es/sefardiweb/node/8

Pérez, J. (2013). Historia de una tragedia. La expulsión de los judíos en España. Barcelona: Crítica. 

Una educación en transformación

Durante la Edad Moderna, la educación experimenta una clara transición, muy influida por el contexto del momento.

En la Europa de la Reforma (siglo XVI) hubo un importante impulso de la educación dada la importancia conferida a la instrucción de la lectura. ¿Por qué? Pues esto estaba relacionado con una de las principales demandas de los movimientos heréticos: la interpretación personal de la Biblia (debemos recordar que el pastor era únicamente un guía, de ahí la necesidad de que cada fiel supiese leer). Además, la Reforma también fue importante al destacar que la educación era necesaria para todos, promoviendo que fuese en la lengua vernácula (es decir, la del país nativo). El papel de la Iglesia como monopolizadora del saber va perdiendo algo de fuerza.

Debido a la rápida expansión de la Reforma, con el Concilio de Trento (1545 – 1563), la Iglesia católica trató de mejorar su imagen (tan criticada por reformistas como Lutero), en el movimiento que conocemos como Contrarreforma. En estos momentos fue cuando la Iglesia creó la orden de los jesuitas, siendo uno de sus objetivos instruir a las élites de los países católicos para que evitasen el contagio de las ideas protestantes. Tanto en sus escuelas metropolitanas como en las de los monasterios más pobres se reestructuró la enseñanza de la gramática, textos sagrados y teología, además de las áreas de conocimiento de las escuelas de alto nivel.

De esta forma, vemos que los cambios en educación en esta época fueron muy vinculados a las ideas religiosas imperantes. La aparición de la burguesía, de gran poder económico, en época moderna fomentó la necesidad de un cambio hacia una mentalidad más abierta que el pensamiento religioso medieval. Será con la Ilustración (siglo XVIII) cuando se alcance un punto culminante en materia de educación.

En el siglo XVIII con la Ilustración, los centros educativos europeos buscaron nuevos métodos didácticos como el uso de dramatizaciones o actividades en las que los niños fueran más activos. También se siguió dando el castigo corporal como anteriormente, pero ahora se trata de limitar y reglamentar. 

La educación entró en el ámbito político, ya que empezó a ver como un instrumento para el progreso y la libertad. Sin embargo, el sistema seguía siendo desigual y existía una discriminación social y de género, por tanto, no fue renovador en ese sentido.

Referencias bibliográficas:

Alonso Salas, J. (2012). Historia General de la Educación. Tlalnepantla, RED TERCER MILENIO S.C.

Educación en la Edad Moderna (en línea) (consulta: 02.01.2018). Disponible en: http://educacionenlaedadmoderna.blogspot.com.es/

¿Quiénes fueron los pícaros?


Cuando a alguien le dicen que es un pícaro significa que esa persona es astuta y tiene picardía. Esta expresión comenzó a extenderse hacia 1580, en un momento en el que en Castilla había muchos vagabundos y mendigos. Los pícaros eran aquellos jóvenes al margen de la ley, fuera del entorno familiar, robando y evitando ser cazados. De aquí procede el término “novela picaresca, siendo un buen ejemplo de ella el Lazarillo de Tormes (1554). Este género literario consagró al pícaro como un personaje característico de la época.

De libros

Los pícaros se caracterizaban no por ser perversos, sino por su cinismo y su carácter amoral. En caso de robar, solían coger lo necesario para comer (aquellos que eran ladrones y matones eran los rufianes). Debido al empobrecimiento de la población española desde principios del siglo XVI, los pícaros eran cada vez más habituales. Los jóvenes salían del campo en busca de una mejor vida en las florecientes ciudades; pero, muchas veces estos tenían que recurrir a estos trapicheos para poder sobrevivir. Las puertas de los templos solían ser su lugar de avituallamiento (allí, los más profesionales engañaban fingiendo enfermedades como la lepra, llagas,…).

Los pícaros estaban en el punto de mira de la autoridad, pero, estos no tenían espíritu de protesta, sólo les importaba su suerte. Los grandes focos de atracción de la picaresca fueron Sevilla y Madrid. Además, Sevilla, como foco del tráfico con el continente americano, era el escenario perfecto para estos personajes. Aprovechando la ingenuidad de la gente hacían fortuna, gracias a la simulación y la mentira.

Muchos eran niños, y su destino no solía ser muy esperanzador: gran parte de las niñas acabarían formando parte del mundo de la prostitución; los niños acabarían en los bajos fondos, como malhechores y rufianes, en un panorama de violencia callejera. Robos y asesinatos estaban a la orden del día, cuyas penas eran inhumanas y, en tiempos de mayor convulsión, se multiplicaban.

Lo que resulta muy curioso es la organización que poseía la picaresca y la delincuencia. Se habla de cofradías de ladrones con un jefe máximo y otros menores, un depositario de robos y un arca para guardar lo robado. Además, también tenían una jerga propia para comunicarse entre ellos. Algunos ejemplos son:
  •         “Polidores”: quienes vendían lo hurtado
  •         “Arrendadores”: quienes lo compraban
  •          “Flor”: un engaño
  •          “Bueyes”: naipes
  •         “Rapar”: robar
  •          “Respecto”: podía ser o la espada o un rufián que protegía a una prostituta
  •          “Ninfa”: prostituta
  •          “Viuda”: la horca
  •          “Bornido” o “racimo”: ahorcado

Referencias bibliográficas:

Navarro, R. (2012). Pícaros, ninfas y rufianes. La vida airada en la Edad de Oro. Barcelona: Edaf.

Deleito, J. (2005). La mala vida en la España de Felipe IV. Madrid: Alianza.

Núñez, F. (2004). La vida cotidiana en la Sevilla del Siglo de Oro. Madrid: Sílex.

Pícaros: los bajos fondos en la España del Siglo de Oro. National Geographic (en línea) (consulta: 05.01.2018). Disponible en: http://www.nationalgeographic.com.es/historia/grandes-reportajes/picaros-los-bajos-fondos-espana-del-siglo-oro_11291/21

Cuando no había ducha: higiene en la Edad Moderna

¿Os imagináis no poder ducharos todos los días? Posiblemente no. Comodidades como el agua corriente o la electricidad en otra época eran impensables. Las condiciones de vida han cambiado mucho con el paso del tiempo. Y, como es posible imaginar, el aseo personal escaseaba, y este era más importante como objeto de decencia, la importancia dada a la higiene en otra época era impensable. Por ejemplo, Cervantes escribió que raramente se lavaban: para tapar los malos olores usaban perfumes y afeites (que eran símbolo de distinción social además).

Los medios de higiene estaban entonces muy lejos de los que tenemos ahora. La ducha mecánica no fue patentada hasta 1767 (pero no se haría popular hasta un siglo más tarde). En lugar de cepillos de dientes utilizaban un palillo y se enjuagaban con agua de hierbas, como el azahar. En cuanto a los problemas con las pulgas (que eran muy frecuentes, al igual que piojos y chinches), para eliminarlas lo hacían manualmente una por una.

Durante los siglos XVI y XVII, el pensamiento médico vigente y el desaseo estaban muy vinculados. Según esto, las personas enfermaban cuando había desequilibrio entre los cuatro humores del cuerpo humano (sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra). Dicho desequilibrio podía darse al tomar algo demasiado caliente o húmedo, o por el contacto con aires malsanos (o “miasmas”). Pensaban que el agua dilataba los poros, favoreciendo la entrada de dicho aire, por tanto, si se aseaban en seco, evitaban que este penetrase a su interior.

Lo más frecuente era que se asearan manos y cara. En el siglo XVIII, la percepción cambió, como muestran distintos tratados de higiene de la época. “La Limpieza que en el siglo XVII sólo era la traducción de razones estéticas y de civilidad se dirige ahora con mayor claridad hacia las funcionalidades” (Vigarello, 1991). Sin embargo, esto no significa que el cambio fuese automático.

Referencias bibliográficas:

Vigarello, G. (1991). Lo limpio y lo sucio. La higiene del cuerpo desde la Edad Media. Madrid: Alianza.

Moreno-Martínez, F.J., Gómez García, C.I., y Hernández-Susarte, A.Mª. (2016). Evolución histórica de la higiene corporal: desde la edad antigua a las sociedades modernas actuales. Cultura de los Cuidados (Edición digital), 20(46). Disponible en: http://dx.doi.org/10.14198/cuid.2016.46.11

Pidiendo ayuda divina ante la catástrofe: la importancia de la religiosidad popular en la Edad Moderna

¿Qué hacer cuando se desata una catástrofe? Esta complicada pregunta se la lleva haciendo la Humanidad desde tiempos inmemoriales. En la entrada anterior hablábamos del clima y de cómo la sociedad moderna tuvo que lidiar frente a unos fenómenos frecuentemente extremos. Efectivamente, la religiosidad popular, recurso más inmediato ante el peligro o la catástrofe, tuvo un importante papel en el momento: uno de los primeros recursos era pedir la ayuda divina.

En ocasiones, la catástrofe meteorológica era seguida de epidemias y plagas. El aumento de las precipitaciones, seguido de veranos calurosos creaba un ambiente perfecto para que el mosquito transmisor del paludismo se reprodujera (por tanto, la epidemia estaba asegurada).

Un buen ejemplo de la religiosidad popular es el uso de las rogativas en el Levante peninsular. Mediante estas, la sociedad pedía la intercesión de un santo, trasladando una imagen suya que consideraban milagrosa. Antes de que las aguas rebasaran el cauce fluvial, en primer lugar, realizaban ruegos, oraciones y procesiones. Todo esto era llevado a cabo desde el momento en que veían aproximarse una fuerte tormenta. A no ser que el tiempo se anticipase, realizaban unos conjuros para intentar parar los “malos temporales”.

Además de rogativas, conjuros o exorcismos, tocar las campanas a tentenublo o toque de nube también podía ser usado para ahuyentar el granizo y el aparato eléctrico de las tormentas.


Las rogativas eran unas ceremonias religiosas utilizadas con diversos propósitos:
  • Pedir que cese una epidemia de paludismo (llamado en las fuentes de la época “fiebres tercianas”) o una plaga, como las de langosta.
  • Pedir que llueva en momentos de intensa sequía (rogativa ad petendam pluviam o pro pluvia).
  • Pedir que cese la lluvia (rogativa pro serenitate) en momentos en los que la inundación es prácticamente inminente.

El gasto iba en función de la gravedad del momento: cuanto peor era el panorama y más desesperada era la situación, más rogativas realizaban y de mayor complejidad (y gasto). Solía tratarse o bien de procesiones del santo o santa intercesor/a, donde lo trasladaban y lo exponían (por ejemplo, en caso de un río próximo a desbordarse, llevarían al santo a un puente, donde realizarían un ceremonial para pedirle que interceda y calme las aguas).

Referencias bibliográficas:

ALBEROLA ROMÁ, A. y BERNABÉ GIL, D. (1998-99). “Tercianas y calenturas en tierras meridionales valencianas: una aproximación a la realidad médica y social del siglo XVIII”. Revista de Historia Moderna. Anales de la Universidad de Alicante, nº 17, pp. 95-112.

GARCÍA TORRES, A. (2013). “En busca del perdón divino: los mecanismos de la religiosidad popular ante las adversidades climáticas y naturales en las tierras meridionales valencianas durante el siglo XVIII”. De la tierra al cielo. Líneas recientes de investigación en Historia Moderna. I Encuentro de jóvenes investigadores en Historia Moderna, Institución “Fernando el Católico” (CSIC), pp. 191-205.

jueves, 4 de enero de 2018

¿Qué sabemos del clima en la Edad Moderna?

El clima nunca ha sido igual en la Historia. Actualmente estamos muy familiarizados con la expresión “cambio climático”, pero no debemos engañarnos y pensar que es una novedad. Un ejemplo claro son las glaciaciones cuaternarias.

El clima tuvo una serie de efectos tanto en la sociedad como en la economía, repercutiendo en la vida diaria de la gente que vivió durante los siglos modernos. Desde mediados del siglo XIV hasta mediados del XIX tuvo lugar en periodo que los investigadores han denominado “Pequeña Edad de Hielo” (PEH), coincidiendo así con las centurias de la Edad Moderna. Durante la PEH hubo todo tipo de fenómenos extremos, como olas de frío y calor, sequías, fuertes precipitaciones, inundaciones, riadas, terremotos y erupciones volcánicas; y los seres humanos los han vivido, tratando adaptarse a las condiciones ambientales. Además, diferentes estudios muestran que los intensos fríos invernales no fueron una constante, pero sí marcaron de forma negativa muchos años de la PEH.


[ B ] Pieter Brueghel - Winter Landscape with a Birdtrap (1565)

Debemos recordar que, en estos momentos, la economía que sustenta a las sociedades es principalmente agraria, es decir, dependen del campo. Así, las fuertes lluvias y las recurrentes sequías eran, efectivamente, catastróficas, ya que podían dejar sin producción al campesinado. De este modo, las consecuencias que suponen son imaginables: carencias de cereal y precios desorbitados, hambre, epidemias, muertes y conflictos sociales ante el descontento.

En ocasiones, las malas condiciones podían atribuirse a castigos divinos (esto lo hacían tanto católicos como protestantes), ya que desconocían porqué se daban tales fenómenos. La religiosidad aparece muy ligada al clima, pero este tema lo trataremos en la próxima entrada.

De esta manera, vemos que si el clima supone un quebradero de cabeza en la actualidad, durante la Edad Moderna también lo fue, estando frecuentemente la palabra “desastre” ligada a él.

Referencias bibliográficas:

ALBEROLA ROMÁ, A. (2014). Los cambios climáticos. La Pequeña Edad del Hielo en España. Madrid: Cátedra.

ALBEROLA ROMÁ, A. (2010). Quan la pluja no sap ploure. Sequeres i riuades al País Valencià en l’edat moderna. Valencia: PUV.